martes, 22 de septiembre de 2009

Mujeres taxistas


“Soy taxista y me siento muy bien con mi trabajo”.
Consuelo Díaz Ramírez es una mujer de 40 años de edad, casada, tiene tres hijos: Édgar Mauricio de 14 años, Karen del Rocío de 12 y Samuel Jaret de seis años.
Doña Consuelo, como es conocida entre sus compañeros, es un claro ejemplo de cómo las mujeres día con día se ocupan en aquellos oficios que tradicionalmente eran realizados por hombres.
Mujer taxista desde hace ocho años; actualmente trabaja en el sitio de Radio Taxis Los Ancianos, en el mercado de ese nombre, el cual está integrado por 25 trabajadores del volante, dos de ellos son mujeres: doña Consuelo y doña Chabelita. Comenta que en la terminal de autobuses de la línea OCC y en el grupo Quálitas hay dos compañeras más en taxi.
De acuerdo con información proporcionada por la Dirección de Transporte del Ayuntamiento de Tuxtla Gutiérrez, en la ciudad capital circulan entre tres mil 300 y tres mil 500 unidades de transporte del servicio público en su modalidad de taxi. Dentro de ese universo, hay alrededor de 20 mujeres taxistas.
Es a raíz de una necesidad económica que doña Consuelo decide entrarle a la ‘ruleteada’. Egresada de la carrera de odontología, ejerció por algún tiempo, pero el nacimiento prematuro de su hijo más pequeño la obligó a renunciar a su trabajo. En consecuencia, la economía familiar disminuyó. Fue entonces cuando se le presentó la oportunidad: uno de sus sobrinos la apoyó para emplacar un carro y trabajarlo como ella dispusiera, con absoluta libertad.
Una gran oportunidad, pues a diferencia de un/a trabajador/a asalariado/a, doña Consuelo no tiene que pagar la famosa ‘cuenta’ del día ni tiene restricciones en cuanto al horario laboral. Ella dispone de su dinero y su tiempo.
“El carro es mío, entonces eso hace que las cosas se me hagan más fácil, pero una persona asalariada es un poco más difícil porque tiene que entregar una cuenta, es más rápida su actividad y es un poquito más difícil el desarrollo del trabajo”.
Pero, en contraparte, sí paga por la renta de la concesión; estamos hablando de tres mil 500 pesos mensuales.
Con el apoyo de su pareja, quien se dedica a la tipografía, doña Consuelo abordó su unidad, con el número económico 2221, y empezó su transitar por las calles de la ciudad atrás de un volante.
Sin embargo, su ingreso no fue fácil, quienes serían sus compañeros no vieron con buenos ojos su incursión en el transporte público. “Cuando entré había mucho rechazo, nos gritaban que nos quedáramos en nuestra casa, que ahí era nuestro lugar. Pero como ellos han provocado muchos accidentes, mucho abuso de confianza con el pasaje, nosotras hemos tenido más aceptación porque nos tienen más confianza”.
Ahora, el panorama es distinto, sus compañeros ya la aceptan, la relación de trabajo es bastante buena, incluso la estiman, y le ayudan a subir las cosas del pasajero a su taxi.
Muy amable y siempre con una sonrisa en la boca, doña Consuelo me relató su historia. De hecho, tuve la suerte de acompañarla mientras trasladaba un pasaje a la colonia Los Manguitos. Durante el trayecto del Mercado de Los Ancianos a dicha colonia, ella me contó parte de su vida:
“Un día normal para mí, yo me levanto a las cinco de la mañana, me pongo a hacer café, preparo la comida para la tarde, el desayuno lo prepara mi hijo (más grande), y me voy al trabajo; regreso a las nueve de la mañana para desayunar con mi hijo más chico y me retiro a mi trabajo otra vez. Cuando es tiempo de clases regreso 20 para la una de la tarde para recoger en la escuela a Samuel (primero) y a Rocío (después); me quedo comiendo en la casa y regreso a trabajar, hasta las cuatro de la tarde cuando entrego a mi compañero. De regreso a la casa hago las actividades de ama de casa, que es lavar trastes, planchar o lavar ropa”.
Doña Consuelo reconoce que como mujer “es muy pesada” la doble o triple jornada que puede llegar a tener: esposa, madre, ama de casa y taxista. “Llega un momento en que realmente ya no quieres nada, llegas muy cansada, pero la satisfacción que tienes de que mañana puedes tener algo (una solvencia económica) y descansar, eso te hace levantar más temprano y volver a empezar”.
Le gusta ser taxista “porque económicamente vivo muy bien y puedo tener algunos privilegios que muchas personas no tienen, en este caso, comprarme las cosas que yo quiera, llevar a mis hijos donde yo pueda llevarlos y más que nada poder ahorrar. Así como mis padres trabajaron y ahorraron para poder tener una solvencia económica, yo quisiera tener una vejez como la tienen ellos. Porque acá realmente sí se gana bien, estoy ganando aproximadamente, póngale bajito, bajito, 200 pesos diarios, serían seis mil pesos mensuales, que ninguna empresa se los da. Puede usted tomar sus tiempos, dedicarle tiempo a sus hijos y, en determinado momento, tiempo a su pareja”.
Al día, regularmente, hace de 20 a 30 viajes en su turno, dependiendo la velocidad. Y si le va muy bien puede obtener hasta 900 pesos diarios, como los días de clases, días festivos y días de quincena. “Nuestra ventaja como mujeres es que no comemos en la calle ni tenemos ‘amigos’, no tenemos vicios”.
Según doña Consuelo, en el oficio de taxista tienen más posibilidades las mujeres que los hombres porque son “menos corruptas” y dan un “mejor servicio”. “A veces nuestros compañeros se quejan, pero nos eligen más; en la base nos eligen más por la confianza y porque no nos quedamos con las cosas, cuando a algún pasaje se le olvida algo, lo guardamos y lo devolvemos”.
“En mi caso, he sido más amable, un poco más justa en los cobros del pasaje, la gente me elige, he tenido bastante aceptación con el pasaje, y la verdad es bien divertido porque aparte de que nos echamos un taquito de ojo, también podemos compartir experiencias con lo que es la cocina, con las señoras que vienen acá, amas de casa. Nos cuentan algunos problemas, podemos aconsejarlas, hay muchas cosas que hemos aprendido tanto ellos como nosotros”.
- ¿Cómo está eso del ‘taquito de ojo’?
- El taquito de ojo es que a veces se sube un pasaje bien guapo y, bueno, también nosotras le damos ahí una miradita, de una manera que siento que es muy normal, la belleza existe y siento que admirarla no es pecado.
- En sus ocho años como taxista, ¿ha sido alguna vez víctima de asalto?
- Esa pregunta me la han hecho muchas personas, y realmente le doy gracias a Dios porque ahora sí sé que existe, yo llego a una iglesia cristiana y regularmente le suplico al señor que me guarde y yo he tenido una bendición tan grande que todos mis pasajes, todos, sin excepción de nombre, aunque los he subido tomados, a mí nadie me ha faltado el respeto, al contrario, la última vez que llevé a una persona tomada, me invitó un refresco. Fue una experiencia muy bonita porque pude hablar con él, me contó de la situación del por qué estaba tomando. Es una experiencia bastante bonita poder aconsejar a aquellas personas que en determinado momento andan perdidos por un vicio. En ocasiones también llevé muchachas que se drogan, eran de una banda, sin embargo me dijeron ‘doña consuelo, que Dios la bendiga’. Nunca me ha pasado nada y le doy gracias a Dios por ello. No se han querido pasar de listos conmigo, se ha visto que hay asaltos, abusos, pero en mi caso no, durante todo este tiempo de trabajo nadie ha abusado de mí.
Sí, se ven experiencias bastante tremendas, pero nosotros/as como taxistas tenemos que también ser muy discretos/as, como las secretarias.
Es muy bonito, a mí mi trabajo me encanta porque puedo conocer muchas personas, me relaciono con mucha gente, he conocido mucha gente aquí que me ha apoyado, y me siento muy bien con mi trabajo.
- ¿Por qué cree que se da esta relación entre taxista y pasajero?
- Sinceramente se da esto porque hay esa especie de confianza, pero a la vez también tienen ese desahogo. Por ejemplo, si usted confía en un amigo, tiene esa duda de que lo vaya ir a contar, pero a un taxista nunca lo va a volver a ver. Todo mundo se confiesa, y si no se confiesa cuando menos platicamos del ambiente, platicamos de esta gripa (refiriéndose a la situación actual que vive el país por el virus de la influenza humana).
- Pero, habrá personas también a quienes no les guste conversar.
- Sí, sí hay, pero me las pongo como reto porque de esas personas se aprende mucho, si ellas están calladas es porque algo esconden y no tienen esa confianza, pero cuando usted les da confianza y puede transmitir ese amor a sus semejantes, ellos se abren completamente y pueden decirle lo que ellos traen escondido, porque realmente cada persona trae un problema, un problema muy grande y una tristeza, que a veces es familiar, a veces económico. Pero realmente, cada persona que sube trae algo nuevo para nosotros/as y nosotros/as aprendemos mucho de cada uno de ellos. Yo he aprendido mucho.
- ¿Accidentes, ha tenido?
- Gracias a Dios ni uno, durante 20 años de manejo y ocho de taxista.
De hecho destaca que esta es otra de las razones por la que eligen más a las mujeres, porque son más cuidadosas al momento de conducir. “Tengo mucha precaución porque cuido mucho mi pasaje, porque ellos no tienen ninguna necesidad de que queden aplastados ahí por un accidente”.
En este momento, doña Consuelo hace una pausa para preguntar al pasaje que trasladaba si subía en determinada calle y la usuaria le respondió que hasta la siguiente.
Entonces, remata: “He tenido el privilegio de que me eligen, a lo mejor porque les caigo bien o simplemente porque les doy un buen servicio”.
Una vez llegado al destino, la colonia Los Manguitos, doña Consuelo saca de la cajuela las cosas del pasaje, cobra 30 pesos por el servicio y partimos de regreso a la base de Radio Taxis Los Ancianos.
Aprovecho el momento para preguntarle si como integrante de un sitio de radio taxis tiene algún tipo de derechos. “No tenemos derechos en el sitio, tenemos un seguro que se paga por medio de una empresa, por ejemplo, esta empresa es de Quálitas o AXA, tengo asegurado este carro, la empresa paga los beneficios del pasajero, mío y de mi carro”.
A punto de concluir la charla, doña Consuelo apunta que sus hijos están orgullosos de ella, incluso a su hija le gusta su actividad, al grado de haberle dicho que cuando sea grande, además de seguir estudiando, va a ser taxista, y pues “ya sabe manejar, yo les he enseñado”.
- ¿Cuál es su meta, hasta cuándo piensa dedicarse a este oficio?
- Mi meta es esta: yo pertenezco a una sociedad cooperativa, o sea, ya soy socia, y mi meta es emplacar, o sea, que el gobierno me considere una persona de lucha y que me dé mi juego de placas, y que no nada más a mí sino a mis compañeros que están luchando conmigo, porque hay personas ya grandes que han estado en este trabajo y no les han dado nada, les dan a los ‘pulpos’, a los que tienen más dinero, y a la persona trabajadora no se le ha dado.
Entonces mi meta es eso, salir emplacada, que el gobierno se fije en nosotros, que somos gente de trabajo, que nos dé la oportunidad también de tener nuestra concesión para ya no rentar, porque yo rento una concesión y el costo de una concesión son tres mil 500 mensuales, y si usted no paga a tiempo el concesionado es bastante estricto, nos recoge las placas y nosotros nos quedamos sin trabajo, así que nosotros tenemos que trabajar para pode pagar nuestra renta a tiempo; vivimos bajo esa tensión de que el concesionado nos va a recoger la concesión y nuestro carro va a quedar parado.
Finalmente, doña Consuelo asegura que en la actualidad “ya no estamos como para darnos tabúes, tener pena ni miedo, en este momento debemos apoyar a la persona que vive con nosotros, que es nuestro compañero, y debemos echarle muchas ganas porque nuestra familia en gran parte depende de nosotras”.
También dice que la mujer es “un poco más débil que el hombre”, pero precisa: “en el aspecto físico nada más, porque en lo espiritual somos más fuertes; yo considero que la mujer no debe ser cola, ni atrás ni adelante, a lado de un gran hombre hay una gran mujer. Entonces nosotras siempre debemos ser cabeza porque Dios nos ha hecho para que seamos algo fuerte, un ejemplo para nuestra familia, para la sociedad, y nos ha hechos especiales, somos madres de familia, eso es muy grande”.
“Hay mucha discriminación para la mujer, porque todavía no es aceptada en algunos medios; por ejemplo, la mujer a veces tiene que hacer más esfuerzo que el hombre, la mujer es maltratada también, está todavía bajo esa esclavitud; yo creo que es el momento de que nosotras como mujeres salgamos ¡ya!, ya no podemos quedarnos ahí sentadas”.
Al preguntarle sobre alguna anécdota que recordara en sus ocho años como taxista, no se le vino a la mente alguna, pero uno de sus compañeros del sitio narró la siguiente: “estaba ella sentada en su taxi y llegó uno y le dice: –señor, ¿cuánto me cob...-, y se quedó así (como congelado), porque no espera uno encontrar a una mujer taxista, y como el señor venía de atrás del taxi hacia adelante (no la había visto)”.
LA MAMÁ DEL AÑO
A diferencia de su compañera, doña Chabelita es asalariada, tiene que entregar la ‘cuenta’ del día y cumplir con un horario.
Este segundo caso es el de la señora Rosa Isabel Cruz Domínguez, de 47 años de edad, casada, tiene cinco hijos: Javier Antonio de 23 años, Celia Marisela de 19, Blanca Isabel de 18, Claudia Esmeralda de 17 y Salvador Antonio de 11 años.
Estudió comercio, es secretaria ejecutiva. Trabajó nueve años en un banco; luego tuvo tres embarazos seguidos, lo que le valió ser despedida. “Los jefes en el banco ya no te aceptan, cuando ya tuviste tu bebé te buscan para correrte, y en la primera liquidación que hubo me aventaron, estaba embarazada de la más chica. En ese tiempo, hace 17 años, no había tanto apoyo como ahorita para la mujer”.
Dejó de trabajar como ocho años y cuando retomó la actividad productiva ya no lo hizo ejerciendo su carrera, “ya no te aceptan por la edad, la mayoría de las secretarias son de 18 a 25 años; y yo creo que están mal, porque la edad que uno tiene ahorita es cuando es uno más responsable y es cuando menos nos aceptan en los trabajos, porque sí le he intentado”.
Hace un año, su esposo empezó a tener complicaciones en la salud: inflamación en el riñón; el doctor le recomendó reposo y que evitara trabajar en la mañana porque con el calor se le subía la presión. Esta situación hizo que doña Chabelita se convirtiera en la conductora del taxi con número económico 2364 del sitio Radio Taxis Los Ancianos. “Tenemos que sacar adelante a la familia. Por eso estamos aquí, batallando todos los días”.
Ella trabaja en la mañana y su marido cubre el turno de la noche. Su jornada laboral es de ocho de la mañana a cuatro o cinco de la tarde, de domingo a domingo, sin descanso.
“En la mañana me levanto a las seis, llevo a mi hija a la universidad, regreso a la casa, me baño, dejo el desayuno y me llevo al niño a la primaria. De ahí ya me pongo a trabajar hasta las cuatro o cinco de la tarde. Mi esposo hace de comer, él recoge a los de la mañana y lleva a las de la prepa en la tarde. Llegando a la casa, hago mi quehacer, si las niñas no pudieron lavar trastes, yo los lavo, a recoger la cocina, lavar mi ropa, todo lo que se hace, normal. Y en la noche yo voy a traer a las de la prepa. Nos repartimos responsabilidades”.
Sí es pesado combinar el oficio de trabajar detrás de un volante con las labores del hogar, “porque luego llego desfallecida, ya no quiero saber nada”.
Cuando se decidió por el oficio de taxista, en su primer día, su familia lo resintió. “Los primeros días que salí a trabajar, todos se quedaban preocupados, y mi hija la más chica sí se puso a llorar, me dijo ‘mamacita, que Dios te bendiga, cuídate’. Me fui triste, pero con valor. Poco a poco se han ido acostumbrando a este ritmo de vida, de que yo me voy a trabajar y siempre todos me echan la bendición”.
A doña Chabelita ya no le tocó lidiar con el rechazo de los compañeros varones cuando entró a ‘ruletear’. “Todos han sido muy amables conmigo, todos me respetan, me ayudan”. En cuanto al pasaje, “todo mundo me ha respetado, hombres y mujeres”.
“Los pasajeros me desean suerte y me dan ánimos, las propias señoras me dicen ‘felicidades señora porque se atreve a hacer cosas que no muchas podemos hacer; me da mucho orgullo que me digan eso. Y los varones igual, me dicen ‘señora, felicidades porque tiene usted agallas, porque yo que soy hombre le juro que no me subiría a un taxi”.
Doña Chabelita tiene que entregar diariamente una ‘cuenta’ de 170 pesos, más el tanque lleno de gasolina. “En un día flojo nada más sale para la cuenta y la gasolina”. Y a raíz de la alerta sanitaria por el virus de la influenza humana, “hubo un día que nada más saqué 80 pesos, me la pasé vuelta y vuelta, me acabé la gasolina y nada. Fue una semana completita que nos la vimos pero... Ahorita no está muy bueno el trabajo, está un poco bajo, pero a veces sí me quedan 100, 150, depende. Qué diera yo por tener mi concesión, rentamos placas. A ver si don Juan Sabines nos echa la mano y me consigue un carro y yo se lo voy pagando poco a poco”.
Por ser asalariada está esclavizada al taxi, pues la unidad en la que laboran ella y su esposo no es propia. “Porque cuando es de uno pues siquiera un día se puede descansar, pero aquí no, si descansas tienes que pagar la cuenta. De esto vivimos y no puede quedar parado (el carro)”.
Agrega también que es difícil ser mujer taxista porque hay muchos peligros, “no tanto que nos vayan a asaltar, sino que en el trayecto que lleva uno el pasaje, más los señores de los colectivos, se le avientan a uno, más si ven que eres una mujer, te quieren rebasar, se te meten; luego me hacen la parada y cuando vengo a ver, los amigos taxistas se clavan y me ganan el pasaje. Eso era al principio, ahora ya no tan fácilmente me dejo, ya agarré cayo”.
- ¿Ha tenido algún accidente?
- No, bendito Dios. Sólo que en una ocasión, un camión me tiró mi espejo, yo venía en la novena sur y pasó el número siete de Ocozocoautla, yo venía bien, él me rebasó, pasó muy duro, muy cerca de mí y me rompió el espejo que hasta la fecha, yo tuve que comprar mi espejo porque él no me lo quiso pagar.. Pero hasta ahí, eso es todo lo que me ha sucedido en el taxi”.
Doña Chabelita, una mujer muy alegre y optimista, cuenta que el ser taxista le permite, a la vez, ser “doctora corazón, enfermera, de todo”. Y nos relata cuatro casos que respaldan su aseveración:
“La vez pasada levanté a un señor que su esposa le había sido infiel, llore y llore, le empecé a hablar, ‘mejor cuide a sus hijos, no piense en ir a tomar’, y me escuchó el señor, gracias a Dios, lo llevé a su casa y me dijo ‘señora que Dios la bendiga, qué bueno que me regresó usted a mi casa.
“Otra señora que le quiso pegar a su mamá o no sé cómo estuvo la cosa, le dije ‘no, arrepiéntase porque a una madre no se le debe de levantar la mano’, ‘no, pero es que si usted la viera, se pone como loca’, ‘se ponga como se ponga mamacita’.
“En una ocasión, venía de los SECh y me hizo la parada un muchacho, pero me dio miedo porque (traía) sus uñas largas y negras, ora sí que el hábito no hace al monje, y ya empecé a platicar con el muchacho y le digo ‘oye, por qué vas así’, ‘es una moda señora, pero ni crea que soy malo’, dice. ‘Lo bueno que me levantó porque pasaron otros señores y nada más me quedaban viendo con unos ojotes y nadie que me levantaban’.
“Hay muchachas que van a la zona cero, me han hecho la parada y me dicen ‘no, disculpe’, le digo ‘a dónde ibas’, ‘es que yo trabajo...’, ‘no súbete, es mi trabajo, donde tú me digas yo te llevo; ay me fue contando su vida, que había quedado viuda, porque yo le pregunté por qué se había metido a eso, que se buscara otro trabajo; tiene tres hijos esa muchacha y me dijo que no podía trabajar en otra cosa porque no le alcanzaba lo que le pagaban en otro lado para mantener a tres niños”.
“No, si sucede de todo (en un taxi), es como para escribir un libro”.
- ¿Ha pensado dedicarse a otra cosa?
- Pues mire, yo ya fui, ora sí que, mil usos, porque fui taquera, fui cocinera y ahora soy taxista. Yo ya le probé de todo. Sé guisar muy rico, mi idea era poner una cocina económica, pero necesita uno capital y ahorita no contamos, tenemos muchos gastos con nuestros hijos en la escuela. Por el momento no piensa dejar de ser taxista, porque de eso vivimos”.
Además, dice gustosa, “mis hijos están muy orgullosos de mí, apenas hace como unos cuatro o cinco meses me gané un premio por la mamá del año; ellos me inscribieron a un concurso en la radiodifusora 720 AM”.
Doña Consuelo y doña Chabelita son dos mujeres afortunadas, pues en el tiempo que llevan de taxistas no han sido víctimas de la inseguridad ni han sido protagonistas de accidente alguno.
La voluntad de apoyar a sus parejas para sacar adelante a la familia hace que día con día estén detrás de un volante con la sonrisa a flor de piel.
Son mujeres luchonas, como muchas. Tuvieron valor para desafiar la realidad común del transporte público y lo tienen también ahora para levantar la mano y decir aquí estamos.

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